«No se le puede llamar tierra. Es humedad. Pertenece al río», dice Marina Tabassum en una entrevista con The Guardian sobre el delta del Ganges en Bangladesh, su país natal, reconocido por su gran vulnerabilidad a los efectos del cambio climático.
La arquitectura ha llegado a simbolizar la durabilidad y estabilidad de la mayoría de las ciudades y pueblos del mundo. Pero en Bangladesh, sobre todo en las empobrecidas zonas rurales del país, la gente puede perder sus medios de subsistencia y sus hogares de la noche a la mañana, y los pueblos y aldeas pueden cambiar irreversiblemente. ¿Cómo puede un arquitecto o arquitecta ejercer en condiciones tan extremas?
La obra y la vida de Marina Tabassum -nacida en 1969 en Dhaka y actualmente al frente de su estudio en su ciudad natal- ofrecen algunas respuestas a esta pregunta.
Una carrera impulsada por el sentido del deber social
Cuando Tabassum creció en un Bangladesh incipiente y asolado por la guerra, en los años setenta, su padre era el único médico del barrio. Todas las mañanas, antes de marcharse a sus obligaciones clínicas, atendía a una larga cola de pacientes de una barriada cercana que se reunían frente a la casa de la familia Tabassum. Ser testigo de esto impulsó a Tabassum a trabajar en proyectos centrados en las personas y orientados a una misión por los que se ha hecho mundialmente famosa.
Tras licenciarse en la Universidad de Ingeniería y Tecnología de Bangladesh (BUET) en 1995, realizó muchos proyectos emblemáticos, como el Museo de la Independencia, el Monumento a la Independencia de Bangladesh y la mezquita Bait Ur Rouf.
Sin embargo, su enfoque económico e innovador del diseño humanitario convirtió a Marina Tabassum en un auténtico icono de la arquitectura mundial. Su enfoque da prioridad a las habilidades y materiales locales, al conocimiento indígena y a la creación rápida de prototipos de edificios para que existan en armonía con los ciclos naturales.
En 2021, Tabassum fue galardonada con la Medalla Soane de Arquitectura, convirtiéndose en la primera arquitecta de un país en vías de desarrollo en obtener este premio. El premio reconoció su trabajo como «arquitectura de relevancia», ya que sus diseños sostenibles están impulsados por la misión de mejorar la vida de los bangladesíes con ingresos muy bajos.
«Como arquitectos tenemos una responsabilidad con estas personas», afirma. «El sector de la construcción contribuye con la mitad de las emisiones mundiales, pero las personas afectadas por la subida del nivel del mar en las zonas costeras tienen una huella de carbono cero».
Soluciones locales para atender al «porcentaje inferior»
Como joven arquitecta durante el boom de los años 90 que observaba la urbanización de Dhaka, Marina Tabassum fue testigo de cómo todos los edificios empezaban a parecerse. A medida que la arquitectura se globalizaba, aparecían por todas partes edificios de rápida construcción hechos de hormigón, aluminio y cristal.
El mismo edificio podía estar en China, en la Península Arábiga o en Bangladesh. Sin embargo, Tabassum observó que estos materiales estandarizados se adaptaban fatal a determinadas condiciones: el hormigón se deterioraba mal en un clima húmedo como el de Bangladesh. Asimismo, el vidrio no soportaba bien el calor: convertía los edificios en invernaderos que requerían sistemas de refrigeración que consumían mucha energía.
«Eso es lo que falla en la arquitectura que coge algo de un país frío y lo trae a un país cálido como el nuestro», explica a Dezeen.
Esta reflexión caló hondo en el trabajo que más apasiona a Tabassum. Para las víctimas del cambio climático o las poblaciones desplazadas de Bangladesh, Tabassum diseñó el «Khudi Bari», que significa «casa diminuta» en bengalí: es un refugio modular para los monzones que puede montarse y desmontarse a mano en poco tiempo. Fabricado con bambú y materiales locales, un «Khudi Bari» cuesta sólo 350 euros.
Tabassum reconoce que es difícil para un estudio de arquitectura llegar a fin de mes centrándose únicamente en soluciones de bajo coste. De ahí que siga aceptando proyectos comerciales y residenciales selectos para subvencionar su pasión por la arquitectura humanitaria.
Sin embargo, cree que la arquitectura y el buen diseño no deben servir sólo a las poderosas comunidades de altos ingresos. Tabassum señala la disparidad mundial entre ricos y pobres y añade: «No es sostenible si sólo nos ponemos al servicio del 1%. Tenemos que ir más allá».